Considerad,
muchachos,
Este
gabán de fraile mendicante:
Soy
profesor en un liceo obscuro,
He
perdido la voz haciendo clases.
(Después
de todo o nada
Hago
cuarenta horas semanales).
¿Qué
les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad
que inspira lástima mirarme!
Y qué
les sugieren estos zapatos de cura
Que
envejecieron sin arte ni parte.
En
materia de ojos, a tres metros
No
reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me
sucede? -¡Nada!
Me los
he arruinado haciendo clases:
La mala
luz, el sol,
La
venenosa luna miserable.
Y todo
¡para qué!
Para
ganar un pan imperdonable
Duro
como la cara del burgués
Y con
olor y con sabor a sangre.
¡Para
qué hemos nacido como hombres
Si nos
dan una muerte de animales!
Por el
exceso de trabajo, a veces
Veo
formas extrañas en el aire,
Oigo
carreras locas,
Risas,
conversaciones criminales.
Observad
estas manos
Y estas
mejillas blancas de cadáver,
Estos
escasos pelos que me quedan.
¡Estas
negras arrugas infernales!
Sin
embargo yo fui tal como ustedes,
Joven,
lleno de bellos ideales
Soñé
fundiendo el cobre
Y
limando las caras del diamante:
Aquí me
tienen hoy
Detrás
de este mesón inconfortable
Embrutecido
por el sonsonete
De las
quinientas horas semanales.
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